Un ruido me sobresalta en mitad de la noche. Me despiertan unos pasos rápidos. De un salto salgo de la cama y me dispongo a ver quien otea por casa. No veo a nadie. Solo sombras y oscuridad. Camino por el pasillo sin conseguir ver nada. Un extraño ruido proveniente de uno de los cuartos me hace dudar. Un escalofrío que recorre mi espina dorsal me hace dudar. Respiro hondo y me encamino a la estancia de donde vienen los ruidos. Respiro aliviado. No es nada de lo que podía imaginar.
Mi abuela permanece sentada en la cama llorando. El Alzheimer ha vuelto a hacer de las suyas y la tiene ahí. Llorosa y asustada. Yaya, ¿Qué pasa? Puedo ver el miedo a través de sus ojos. Ella casi no puede hablar. El llanto no la deja. No me reconoce, pero se acurruca en mi regazo. Habla de sirenas y de bombas. De mujeres corriendo decapitadas. De niños asustados. De gritos. De aviones Savoia sobrevolando cielo alicantino. De un mercado destrozado y desolado. De sangre y escombros. Todo un compendio de imágenes inconclusas y aleatorias.
Recuerdo de niño esta historia. Era un relato recurrente en las historias que a la luz de los fogones de paellas domingueras, mi abuela relataba a todos los nietos. Una historia de horror y muerte, que a todos nos parecía fascinante. Creíamos que sería fruto de su inventiva. Nos parecía tan increíble e irreal. Nosotros, los nietos, hijos de la Democracia y la libertad, nos parecía inverosímil tanto horror. Ella fue hija y testigo de una guerra civil inútil y sangrienta. De un bombardeo que junto el de Guernica, se organizó para arrasar a la población civil, con el objetivo de desmoralizar al bando que un año más tarde sería el vencido.
Parece que se va calmando. El Alzheimer ha vuelto a hacer de las suyas. Le ha hecho revivir aquellos momentos. Porque lo que le ocurre a ella no es que los recuerde, los vuelve a vivir con la misma intensidad de aquel 25 de Mayo, hoy tan olvidado por ciertos sectores de la política y la sociedad alicantina. Esa extraña enfermedad juega siempre con ella. Es una de las partícipes de su propia memoria histórica. De ese auto homenaje que hace ella en su mente. De la masacre que se llevó por delante a mas de 300 personas y que hoy deberían ser homenajeadas.
Eduardo Boix